Un torbellino de emociones me arrastra, y lágrimas traviesas se burlan de mi resistencia y se muestran al mundo sin pudor. Síntomas de una etapa que comienza a cerrarse y de una nueva, aún temerosa de nacer.
Cinco años pasaron desde aquel día caluroso de febrero, que puse mis pies en estas tierras. No era mucho lo que traía, las ilusiones y los sueños de una jovencita, los miedos de un principiante y el deseo profundo de empezar a andar.
Poco y nada queda de aquella que fui, en el camino deje mucho de lo que fui y empezó a delinearse aquello que soy. Pero no fue fácil, en el trayecto hubo dolor, tormentas que me hicieron naufragar y abismos en los que caí. Y conocí la decepción, el egoísmo, la inseguridad, la indiferencia y el odio.
Pero el sol siempre brillo más fuerte, y su calidez se reflejo en los rostros, los gestos, las palabras, los consejos de aquellos que la vida me puso en el camino. Son muchos los que me acompañaron, me escucharon, me enseñaron y me marcaron.
En muchos aspectos, soy lo que soy porque ellos también me hicieron. Y crecer tiene que ver con eso. Eso de probar y probarnos, de animarnos y arrepentirnos, de jugarnos y perderlo, de desearlo y ganarlo, de perdonar y perdonarnos, de compartir y entregarnos, de pelear y reencontrarnos.
Soy una búsqueda permanente, un intento eterno de definirme, de saber quien soy, una contradicción entre el conocer a donde voy y el ignorar completamente lo que me espera.
Soy nada y soy todo, y en este movimiento transcurre mi vida, y en el estoy creciendo. Soy lo que no quisiera ser, aunque a veces si soy yo y ahí dicen que estoy loca. Paradojas de esta vida, barrotes de esta sociedad, en la que solo es libre aquel que más cerca llega de sus fronteras.
Y quiero, al menos, vislumbrar esa frontera, sentir lo que sienten aquellos que se animaron a pisarla, y empujar a otros para que también puedan hacerlo.
Al menos hoy, mientras me paro ante este sendero que se abre ante mí, siento que algo crecí, que lo que pudo matarme, en realidad me hizo más fuerte, que lo que me robaron, ya lo recupere y los sueños que olvide, renacen con fuerza inusitada.
Y crecí porque entendí que no tenemos en la vida peor enemigo que nuestros propios miedos, y aquellas inseguridades que nos venden y compramos, simplemente para mantenernos lejos de eso, lo que todos buscan y pocos encuentran: la libertad.